martes, 8 de noviembre de 2011

Nueva experiencia deportiva

Con tanto deportista friki a mi alrededor, con los que comparto más que con los no-frikis, este domingo me dio la pereza de manchar la btt, limpita y hasta con la cadena encerada. Así que me arranqué a andar desde Huelva con dirección El Portil, donde mi familia me esperaba; bueno, sin esperarme. Allí de domingo, vamos.

Pues así que me puse a andar, cada vez a mayor ritmo, conectando el cronómetro a la altura del parque del Molino, el que está frente al McDonalds. Enfilé el Puente Sifón, que tenía más tráfico ciclista y peatonal que la M30. Antes de entrar en el pinar, aún sobre la marisma, un sorprendido Juan Btt me pegaba una voz de saludo con mi nombre, sacándome de la introversión de los auriculares, que me contaban nosequé intrascendentalidad propia de un programa mañanero de domingo. Salté la autovia por el puente de la rotonda de Las Vegas y atravesé el polígono La Raya, donde la primera parada técnica sirvió para evacuar aguas menores (viento fuerte y frío) y chinos de las zapatillas.

Tras atravesar el polígono, toco tierra... y los pies se van solos a una carrera corta (denominada generalmente trote cochinero), que tendió a convertirse en mi ritmo normal de carrera semanal. Para la hora que llevaba caminando a ritmo fuerte, me transmitió muy buenas sensaciones. Me encontraba físicamente muy bien, y recibiendo la energía del pinar, que siempre anima a esto de sudar sistemáticamente. Me quité el paravientos y lo metí en la riñonera, de la que previamente ya había sacado (y comido) un plátano. Tan bien me encontraba, que me animé primero a grabar el ritmo de pisada (aquí lo cuelgo) justo antes echar a correr.



Cerré mal la cremallera del bolsillo de la riñonera donde guardaba cartera y móvil (los dos en el mismo paquete)... y un par de kilómetros después compruebo, con terror, que los he perdido. Se me han caido por la oscilación provocada por la carrera. Me sorprendí a mí mismo deteniendo, antes que nada, el cronómetro; como si tuviera importancia alguna el tiempo empleado en la ruta, en comparación con el coñazo de tener que renovar dni, bloque y solicitud de tarjetas, móvil nuevo, etc.

Volví sobre mis pasos, corriendo, observando con cuidado el suelo. Sólo un par de coches de cazadores y un grupo de bttros, a la altura de la carretera de Las Moreras. Muy poca probabilidad de que alguien la hubiera encontrado en los últimos 15-20 minutos. Me paré unos segundos a saludar a Carri, que también corría por esta carretera, y continué la búsqueda. A la vuelta (segunda pasada sobre el mismo terreno) encontré la cartera en la cuneta del pequeñísimo tramo de asfalto que hice en Las Moreras, muy camuflada entre la hierba alta. El subidón fue tal que salí corriendo retomando la ruta, subiendo el volumen de la música y grabando el segundo vídeo (ritmo normal de carrera mantenido).



Magníficas sensaciones a la hora y cuarto de comenzar (más la media hora de búsqueda de la cartera), pero caminaba de nuevo subiendo las pendientes, por aquello de conservar el físico en una actividad que, al fin y al cabo, era nueva para mí. Esto de caminar-correr tanta distancia.

Crucé el Camino de Malpica bajo el paso elevado de la romería de Punta Umbría, y llegué al Portil (Av. Magallanes) en un tiempo de 1h 48min. para los 18.5km que hablamos, a los que habría que añadir otros 2 ó 3 en la búsqueda de la maldita cartera (con cronómetro parado). En estupendo estado físico, si exceptuamos los pies magullados (usaba las viejas Saucony Triumph 7, con unos 1500km en sus suelas). Al día siguiente pequeñas sobrecargas en corvas de rodilla y cadera derechas, y agujetas en la zona lumbar baja, limítrofe con parte superior de glúteos.



Esto hay que repetirlo.