viernes, 30 de julio de 2010

Edimburgo, dia 1.

Pues no me acordaba que el apartamento tenia internet. Está estupendo. Bien situado, reformado, todo en orden.
Las niñas se han portado muy bien durante el vuelo. Tres horas sin facilidades para montar algún cirio... Siempre estaba la duda, respecto a su capacidad de montar cirios donde parece imposible. Pero no.
Hemos pasado el día paseando por la ciudad y observando las caras de las niñas ante las cosas diferentes.
Un pub y un delhi nos han solucionado las comidas del día por un precio razonable, que ya es algo.
Hace fresco. Verano norteño desapacible, pero al menos no llueve.
El frontal de la Old Town desde Princess Street es espectacular.

domingo, 25 de julio de 2010

Esto es Cádiz.

Tranquilos, aquí hemos venido para echar buenos ratos. Nada de amargarse la vida porque tu vida sea un infierno, o te lo parezca a ti.
Hace un montón de años, en carnaval pasaba por una calle del centro y veía una hamburguesería, sita en un local en el que apenas cabía la plancha y su dueño, con el nombre, pintado en la pared exterior, de "MenocDonal". Agárrate. "Tú qué te llama, ¿MacDonald's? Po yo MenocDonal".
El otro día, en El Puerto, me encuentro esto. Pues nada, para qué más explicaciones.
Cuando el mal humor te asalte, y todo empiece a parecerte excesivamente asfixiante, vete a Cádiz.

Fotos anchas (II)

Un par de fotos más, recortadas para la ocasioón. Segunda edición (primera en entrada del 28012010)





miércoles, 21 de julio de 2010

La ruta del práctico

No, no tiene que ver con "practicante", o también "pinchaculos". Es el trayecto, vía de servicio, que, se supone, seguían tradicionalmente los prácticos que metían y sacaban los barcos del puerto de Sevilla a Sanlúcar de Barrameda, y viceversa.
Se trata de la última experiencia de autorealización llevada a cabo el viernes pasado, en la inestimable compañía de Emilio, tan majareta por todo lo que suene, huela o, en general, se parezca a un rato en la naturaleza, con cierta dosis de aventura.
Pues ahí que Emilio me recoge en el aeropuerto de Sevilla, y me presta un quita-multas para la cabeza que me va jalando del pescuezo hasta El Puerto de Santa María, donde recogemos mi moto del taller. La primera visita no programada de mi máquina a su casa, que me deja el bolsillo maltrecho. Esto, al anochecer, ya me traía sin cuidado, pareciéndome la mejor inversión de mi vida.
A las 2030hs salíamos de Sanlúcar tras habernos pimplado sendas cervezas para remojar ensaladillas de mariscos y sus aliños. El gps parecía no entender bien el archivo que me bajé de wikiloc, pero claro, "para atrás ni a coger impulso". Nos orientamos hacia Bonanza, siempre al Norte, y allí, tras un par de hipidos, el gps empezó a decir que sí, que esto ya me suena más.Empezamos a pisar tierra tras un laberinto de carreteras que más parecían carriles asfaltados, de hábitat cada vez más disperso. El primer tramo estaba como se ve en la foto, pero poco después empezamos a familiarizarnos con agujeros que más parecían amagos de búsqueda de agua en el subsuelo, por parte de los lugareños, que baches en sí mismos. Obviamente, todo esto ya empezaba a dar igual, porque la euforia del "siempre al norte", mezclada con pilotar máquinas de este tipo, te da una sensación de libertad, de independencia y de capacidad de sortear cualquier obstáculo igualada tan solo por las sensaciones que transmite la btt (si consigues el estado de forma adecuado).
Tras el precioso pinar y la dosis de semi-pozos, salimos a una carretera de esta guisa, donde la planicie del valle del Gran Río se extiende sin que parezca acabarse, con la eterna presencia de su sinuosa y ancha lengua de agua. Encontramos constantemente sistemas de compuertas para dosificar el agua de los arrozales, que también empiezan a mostrarse por esta zona, con su verde profundo y andaluz. No cabemos en la ropa de lo felices que somos con las motos, del buen rato que estamos echando, con la luz dura del atardecer en semejante paraíso. Nos cruzamos con águilas pescadores, chorlitejos (¡millones!), ánades reales, patos de todas clases... Qué se yo.
Se nos va acabando la luz, y estamos como algo más alante de la mitad del recorrido. También da igual. Somos imparables, y la belleza natural que nos rodea también nos acoge. Nadie en absoluto rompe el silencio del entorno. Una C15 con gente del campo nos mira como a astronautas, con la población más cercana a varias decenas de kilómetros por el laberinto de carriles.


Bueno, la euforia (y la falta de previsión) me hizo despistarme en un asunto que podría haber sido importante, pero que al final le vino a añadir más dosis de aventura al asunto. El gps que tengo no dispone de iluminación propia, por lo que cuando llegó la noche, mi gps interior (bueno, las mujeres tienen un sexto sentido y yo tengo un gps interior, ¿¡qué pasa!?) fue orientándonos. Eso y el reflejo ocasional del Guadalquivir, que mostraba un poco de cielo de vez en cuando, en alguna curva, antes de anochecer del todo.

Uno de mis terrores ocultos, los mosquitos, hicieron su aparición justo después de que Emilio dijera algo al respecto de su ausencia. De pronto, teníamos la sensación de que nos echaban cubos de agua por encima, pero se trataba de nubes de mosquitos (sí, de los que pican; ¡ni en la peor de mis pesadillas!) que rompíamos con nuestro avance. Mosquitos y bichos en general, valientes. Eran capaces de escalar poco a poco hasta casi el oído interno, obligándonos a parar para desalojar con malos modos de insectos los pabellones auditivos.

Poco después alcanzamos un tramo que al final resultó ser erróneo. El carril se ensenchaba, la luz larga puesta y buen piso. Casi 120km/h con total estabilidad. Alucinando. Un momento después estábamos esquivando polluelos... de alguna especie de pato, quise reconocer. "¿¿Lo he matado??", preguntó Emilio con angustia. Negativo. Los esquivamos, pero también redujimos la marcha, porque no debe hacer ninguna gracia cargar en la conciencia el homicidio de un bebé de especie protegida.


Un abuelo, con una Derbinosequé del 75, en la que cargaba, entre otras cosas, una nevera de playa que parecía pesar bastante sobre el depósito y entre los brazos, nos dijo que íbamos bien para Coria, que había un cartel que lo indicaba. Tampoco vimos cartel ninguno (a saber cómo era el cartel, de noche cerrada). Las luces de alrededor indicaban que nos acercábamos a la civilización. Factorías de arroz, silos y un par de camiones montando y desmontando cosas. Sus dueños nos indicaron que habíamos acertado con la ruta, pero que la barcaza estaba cerrada (claro, eran las 2330hs), así que seguimos rectos, como nos indicaban, en dirección Sevilla.
Le pedí a Emilio que se parase en el primer garito abierto, y así lo hizo. Alucinante. En el vídeo no se ve nada, pero allí se veía menos aún. Bar El Peregrino. Los Chichos a toda pastilla, nadie a quien molestar alrededor, parking de tierra y polvo improvisado en la parcela vecina, dos cervezas, montaditos de melva y un aliño de pulpo (no era Paul, creo), con la textura del neumático usado que cambié hace meses; todo esto dibujó un extraño paraíso, final de una de las mejores tardes de moto que recuerdo en los últimos años. Las sensaciones finales, en la autopista en dirección a casa, eran las del motero de condición, que recordaba con nostalgia tiempos en los que las obligaciones se reducían a los horarios de trabajo o estudio, y que la exploración de lo que la vida podía ofrecerle era un estado existencial. Pero todo tiene su tiempo, y estos ratos se exprimen y saborean ahora más de lo que antes lo hacíamos. Vendrán otros. Seguro. Porque los buscamos.

domingo, 18 de julio de 2010

Campeones del mundo de fútbol.


"Esto es muy fuerte. No estamos preparados para esto", dice Mario.
Bueno, quizá sí. Para ser campeones sólo hay que ser los mejores. En el caso del fútbol, también hay que contar con algo de suerte, superar obstáculos como, por ejemplo, el árbitro, o jugar al fútbol contra luchadores de kick-boxing, como en el caso de Holanda, otrora equipazo que hacía las cosas bien; o al menos le daba las patadas al balón.

En el caso de Paraguay, por lo menos jugaron a defenderse; y de nuevo chocamos también contra un arbitraje de patio de colegio. "Profe, que eso no era penalti". "Vale, Jaimito, ahora te pito otro para ti pero, como lo han fallado, tengo que anulárselo a ellos".

Tras el combate con Holanda, donde parecíamos 11 jesucristos poniendo la otra mejilla, todo explotamos en una euforia alentada por un sentimiento de incredulidad, típica de aquellos a quienes le toca la lotería. Esta vez no por la suerte, sino por ser, junto con Alemania, el único equipo que ha jugado al fútbol como dice en los manuales de las escuelas deportivas.
La celebración, con abrazo colectivo, emocionado incluido tras levantar la copa, se acompañó de voces de ánimo y apoyo, ya casi afónicas, al beso del capitán a su novia; merecido y justo, que callaba la boca a los cantamañanas que se dedican a hablar de los demás y buscarse la vida como las putas, con todo mi respeto a esta antigua profesión.
Haciendo como que se nos había metido algo en el ojo, casualmente a todos a la vez, nos fuimos a la fuente. Qué barbaridad. Qué gentío, qué euforia. Impresionante. Y por supuesto, hubo baño.

sábado, 3 de julio de 2010

pasamos.

llorando... Pero pasamos.

En directo, desde el España - Paraguay

' Torres, vete a la Mutua'.
¡Qué tío estorbar!. Si no marca, que haga el anuncio de la aseguradora que patrocina a Alonso.
Vaya ambientazo a mi espalda. Un cubani, un tío de la Orden, otro de Cartaya y un chiquillo con una trompeta, de esas de esprai.
A ver la segunda parte. Ralentizaré el ritmo de Johnnie Walker, porque de lo contrario no llego a los penaltis.