sábado, 10 de agosto de 2013

Para entender por qué el toreo es un arte...

... Y por qué Morante de La Puebla es lo mejor que puede ser, y lo único que debería ser, un torero: artista.

Parte 1/3


Parte 2/3


Parte 3/3: "Un acuerdo artístico". "Me preocupa no saber si algún día podré vivir sin expresarme toreando".


Alamares de Pasión: LA UNIVERSALIDAD DEL AMOR



Alamares de Pasión: LA UNIVERSALIDAD DEL AMOR: Echo de menos tu estampa. Como el aire se necesita para respirar, necesito un poco de ti, de tu torería, para poder escapar del rutinario...

viernes, 9 de agosto de 2013

Dos de plazas y cuatro de amigos, por favor

Finalmente no pasó nada que aguase un par de días que se prometían estupendos. De las barras de los bares surgen los no-hay-cojones, entre otras maravillosas ideas, como ahora apunta Coca Cola en su última campaña; con mucha razón, para variar.

Antonio se encarnó en un extraño ángel caído del cielo, y me rescató para el mano a mano Juli - Manzanares en Colombinas, al que previamente Pepe Luis, mi compadre, me había provocado, cerrando el círculo. Aunque los toros fueron horrorosos, pequeños y sin casta, se pudo escapar el primero, por presentación y nobleza, aunque sin fuerza, y el último. A este, Manzanares le sacó lo que tenía, con profesionalidad y, a momentos, arte. Tras la euforia propia del rato en la plaza, siempre magnífico y mágico, me quedaba la duda de si Manzanares podía haberse apretado más en los anteriores, de si estos toros se elegían para esta plaza, más allá de la honestidad que puede esperarse para con quienes pagan precios absurdos, tratándose de este nuestro coso onubense.



Plaza de La Merced, Huelva

El Juli pareció emplearse a fondo, con el formato propio del torero profesional y cumplidor, arrimones incluidos, que hacen que el aire te llegue con dificultad a los pulmones. Bueno, funciona, porque la gente aplaude, pero arte, arte… no es. Un mal gesto el de El Juli, dejando agonizar varios minutos al segundo de su lote, cuartos traseros pegados a tablas. Esto, desde luego, no es arte. Desde luego que muchos discutirán si es arte o no esto de las corridas de toros. Aquí me confieso irreflexivo: a pesar de reconocer el sufrimiento de los animales, y que a los taurinos puedan definirnos como salvajes, no me puedo resistir al espectáculo tradicional, estético y artístico. El día antes vi a Perera en la Plaza de Las Monjas dar un par de pases de salón. Cuando dobla la cintura, adelanta una pierna y pasea el capote lento… hace un viento que me levanta los pelos de los brazos.

Y también una extraña e inusual mitomanía. Me despierta, me refiero, esto del mundo taurino. Miro y admiro muchísimo a cualquiera que tiene el valor de meterse en la plaza con un toro bravo. Al salir, no me resistí a pedirle una foto al maestro Pepín Liria, unos sitios a nuestra izquierda. Pepín Liria, también de los torreros profesionales y de arrojo, que si el toro no lo pone, se lo quita él de su seguridad (si es que hay seguridad en una barrera formada por un trapo rojo; grande, pero trapo al fin y al cabo). En la foto, con otro artista, de azul.

Total, que al día siguiente la profecía se cumplió, y ahí estaban los cuatro maromos a las 10 de la mañana (la corrida en El Puerto era a las 1930hs), en prevísión de malos toros, o adelantando buenos ratos; se dieron ambos casos. A la altura de Niebla, mi memoria, condicionada por la excitación de la salida taurina y culinaria, me vino a recordar que para entrar a la plaza eran imprescindibles las entradas… que me había dejado en casa. Como dice Pepe Luis, "papa patrás".

A las 14hs estábamos en La Carboná, Jerez, encargando como un kilo de vaca cántabra, esta vez para comérnosla en diferentes formatos. Este fue el elegido por mí, solomillo, relleno de setas y con una "fina" capita de foie de dos centímetros. El vino también se nombraba por algo de Cantabria ("Sierra Cantabria"), y puede que eso tuviera que ver con su estupendo maridaje con la carne. El protagonismo de la carne me ha hecho olvidar los otros platos. Compañeros, un comentario añadiendo detalle, poloquevarga.

En un momento dado, acordamos, en contra de nuestra voluntad, que era hora de levantarse de la mesa, en busca de mejor posición para esa hora: la horizontal, obviamente. El Hostal La Palma cumplió las expectativas, y las superó con sus sabanitas blancas y su aire acondicionado, que ayudó enormemente a hacer la digestión. Otro de los momentos del fin de semana fue clavar la cara en la almohada a las 5 de la tarde, y aspirar el olor del suavizante con la modorra de la barriga llena y el corto plazo para asistir al mayor espectáculo cultural ibérico, en una de sus mecas.
Solomillo de vaca cántabra con foie, relleno de setas


Plaza de El Puerto de Santa María, Cádiz.

La plaza de toros de El Puerto de Santa María siempre me ha parecido preciosa, escultural y antigua. La parte más cercana a la tierra es de piedra, mientras que el añadido superior es de hierro forjado y obra. Creo que es el ruedo más grande de España, seguro que como mínimo entre los dos o tres más grandes, y los toreros y aficionados la respetan como un sitio donde se entiende de toros y hay que dar la talla. Sentarse en su sombra y verla llenarse poco a poco, con bullicio creciente, es en sí mismo un espectáculo. Un auténtico placer y un privilegio sentirse en medio de una tradición de siglos, tan vinculada al campo, a la naturaleza, al pueblo..., y también al desafío a la muerte, al reto del ser humano a esta parte de la vida.

El paseíllo despliega la estética inicial. El ritual de comenzar a andar sobre el albero ha mostrado todo un abanico de muletillas y gestos supersticiosos, también cristianos, entre los maestros y sus cuadrillas. Los maestros con gesto serio, especialmente Morante de La Puebla, heredero de una tradición artística y bohemia que se expresa en cada movimiento, en cada detalle de su eucaristía particular. Se dice que hay dos tipos de toreros: los artistas y los otros. Los artistas necesitan toros bravos, nobles y entregados. Los otros muestran su profesión con casi cualquier tipo de toro, como demostró Manzanares, y también el Juli... pero tienen menos capacidad de conmocionar y de expresar lo que el toreo, a mi entender, es: un arte popular. El amante del toreo ante los elementos relacionados con el toreo, se conmueve al modo del amante de la pintura ante los elementos relacionados con ella.

Morante se ve obligado a salir a saludar al público, que se levanta de los asientos en una ovación impresionante. El torero reconoce, agradecido, lo que supone, con una profunda inclinación de cabeza tras levantar la montera en movimiento lentísimo semicircular. Comienza el espectáculo. Ahora mismo no hay otro sitio mejor para estar. La brisa circula a ratos entre las localidades, y la banda suena mejor que divinamente. En un determinado momento, el sólo de corneta de Nerva coincide con un aire que Manzanares otorga al toro, para que se reponga. Con sensibilidad, retrasa el primer pase de la siguiente tanda y lo hace coincidir con el final del solo y la continuación del pasadoble, a banda completa. Todos nos miramos. Magia en el ruedo. Público, música, toro y torero son parte de lo mismo, un vínculo cultural histórico y genial, que da por bueno cualquier precio material de acceso al espectáculo. Absolutamente maravilloso.

De estos hubo varios momentos, sublimes. Ante la invalidez de algunos de los toros, física o de casta, Morante pide permiso a Manzanares para un quite de capote, montera en mano, rendido en el por favor a su compañero, que se retira con elegancia. Sólo cinco pases, tan lentos que parecen parados, le enroscan al toro enderredor, desafiando la inercia como ley de la física: la velocidad del galope del toro es inversamente proporcional a su cercanía con el capote del maestro. Se  levantan cuatro bramidos del público, cerrados como el de una sola persona, que duran medio segundo cada uno, y una ovación final que de nuevo baja la cabeza del artista, que será eterno, en agradecimiento al compañero y amigo, a su sentido vital, el arte, y a su público, entregado y loco, fuera de sí ante la belleza exuberante de la comunión torera. Su último toro sacó lo peor de sí, aquel profesional que se ve comprometido a ofrecer algunas series de muleta al público, aunque ni las crea así, de obligatorias, ni las sienta, porque se ve claramente que sólo en algunos pases aislados se siente y expresa como le es propio. No obstante, el público reconoce en la entrega y los arrimones, tan poco frecuentes en Morante de La Puebla, el deseo de ofrecer lo que puede. Con su ceremonial propio, se refresca, bebe, se seca y sale al ruedo montera y capote colgado del antebrazo, como si de la simetría de sus pliegues dependiese el futuro de la humanidad, tras la salida por tercera vez de las mulillas, que se llevan los cadáveres de su lote. Camina despacio, serio, casi compungido, o muy intérprete o muy sincero, hacia los medios; y apenas llega a la raya de tercio, de nuevo el público se levanta y aplaude, asintiendo con la cabeza en su mayoría, al reconocer el esfuerzo y la imposibilidad que brindaron los pequeños y descastados de Juan Pedro Domecq. El imbécil de detrás de mí, centrado toda la corrida en la ínfima calidad de los toros y en el odioso espectáculo que ofrecían, también aplaudió. Cántabro el tío. La vaca que nos comimos en Jerez superaba en calidad a este capullo integral de la fila superior, empeñado en que todo el tendido que le rodeaba se enterase de su conocimiento de lo mal que estaba la fiesta. "Vete a tomar por culo, imbécil" se me venía a la boca cada dos por tres; el respeto al momento y al sitio me hicieron callar.

Con la tristeza del final, desalojamos..., y al desalojo le sigue el hambre; y la sed. Primera estación de penitencia. Observando la siguiente serie de fotos, pinta como Resacón en Las Vegas, a la andaluza.







 Sí, es el maestro Manzanares. Los otros, maestros de otras cosas.

Vamos a echar el café en Puerto Sherry, dijo alguien. Con el abandono propio del que está a gusto, nos dejamos llevar y caímos de esta guisa ante el paisaje que puede observarse. El problema sería, seguro, levantarse.

La motivación la encontramos en la relativa proximidad de Umbrete y Casa Rufino, templo del buen comer y de la buena relación calidad/precio en el Aljarafe sevillano. Ocupamos nuestros asientos en el rincón que nos correspondía de este establecimiento con ambiente cofrade. Obsérvese el gesto de tiesos de todos los componentes... salvo del que asoma la cabeza al final del plano, cuya sonrisa es indeleble.


Ya de vuelta, las horas indecentes, y la temperatura más. Las consecuencias para el pasaje, desastrosas.



La propuesta que me llegó al teléfono al día siguiente: tatuaje baratito e indoloro de Morante de La Puebla. Estoy a la espera de recibir la dirección del tatuador.



El par de días acabaron como era de esperar y desear: inmejorable compañía, agujetas abdominales de reír, comer y beber, y con nuevos proyectos para la Feria de San Miguel o cualquiera otra más propia de los bolsillos de clase media. Compañeros, enhorabuena y gracias por los ratos. Somos ricos, no importa lo que digan nuestras cuentas bancarias.

jueves, 8 de agosto de 2013

El amor

Me parece un momento tan bueno como cualquier otro para escribir una reflexión, más bien una definición, de una cuestión que condiciona tanto nuestras vidas. Por deformación profesional (quizá) he terminado escribiendo, más que una reflexión, una definición, como corolario de un rato de reflexión. Sírvase, todo el que llegue, de aportar lo que estime oportuno.

El amor es un conjunto de sentimientos, consecuencia del vínculo primario existente entre dos personas.

Sentimientos: todo tipo, a menudo contradictorios.
El vínculo: si distinguimos por pureza, tomando como referencia la cultura occidental, el vínculo primario más potente es el de padre/madre con un hijo/a.
Personas: se refiere a la condición de los seres entre los que se establece el vínculo, y que no distingue por ningún tipo de condición, por ejemplo, por sexo o por edad.