viernes, 31 de diciembre de 2010

Los buenos ratos (homenaje a Algarviu)

Un día me presentaron a un tío con el que me identifiqué rápidamente. Entendí que entendía el deporte, la naturaleza y la bicicleta en la naturaleza, como una forma de relacionarse con la vida, de pensar en las cosas de la vida y de disfrutarla.
El otro día me enteré que le vendieron una bicicleta que sólo podía rodar por suelo portugués. O igual es una conclusión que saqué yo mismo, después de observar que apenas se le veía rodar por el suelo patrio. Aunque bien mirado, no deja de ser bonito considerar suelo patrio la Península Ibérica. Esto también me pasa a mí. Un poco. A él más.
Cuando me dijeron los habituales iban a hacer un intento serio de pasar la frontera lusa sin bicicleta, mi curiosidad fue tan fuerte (y mis ganas de echar el buen rato que sospechaba), que monté el dispositivo familiar para poder tomarme el día libre. Y desde luego que mereció la pena.
Apenas reconocí al grupo sin el traje de romano (casco, gafas, chaquetas técnicas, maillots, culottes, zapatos ciclistas y bicicletas entre las piernas), y después de un gran esfuerzo de percepción y cognición, y de otro esfuerzo colectivo por montar el sillón que nos faltaba en el coche-mueve-bicis de Jose Augusto Magno, emprendimos viaje a contexto ignoto, por cuanto que no podía sospechar la reacción fisiológica del cruce de frontera sin el susodicho traje.
El día, sencillamente, fue inmejorable. Algarviu y Augusto Magno nos prepararon una conmovedora jornada, con exposición multimedia en pleno restaurante incluida. Y regalo de camisetas pseudo-conmemorativa. He aquí algunos testimonios gráficos. Que sirvan de recuerdo del día, aunque no puedan transmitir el ambiente como lo vivimos. Y que sea el primero de una serie de experimentos transfronterizos en ausencia de bici. Y también en presencia, también experimentando por trayectos desconocidos. O conocidos. Muchas gracias Juan, y Jose.

Presepio de VRSA. Encontramos hasta al caganet.

Primera mojada del día. El del café soy yo. El resto son hombres como dios manda.

Sem Espinhas. Magnífica elección... aunque como en la bici, Algarviu intentó despistarnos. Como en la bici, sin conseguirlo.

Arroz con navajas. Vino Nomeacuerdo. Se admiten comentarios al respecto.

Lubina, o robalo. Pesó 1600gr. El pobre.

Salmonete, también grande. Adriá lo llamaría "deconstruido".

Desde luego, era para foto.

 Prueba de postres, antes de las once amarguinhas y el ginlemon de Fernando.

Algarviu en plena clase magistral, previa a la retransmisión multimedia del grupo.

Y las vistas. En fin. Esto, con la barriga llena, y el paraíso pues... como que no varía mucho.

El 2011 nos traerá más salud, deporte y naturaleza. Muchas gracias, Juan y Jose, por el día que nos preparasteis.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Sincronización Appel iPad con Google (2)

Se me acaba de fastidiar la sincronización del iPad mediante la cuenta de Exchange (ver post de noviembre). Suena a problema raro, así que procede a hacer sincronización por separado de email, contactos y calendario de google.
El del mail, sin problemas, añadieno la cuenta google directamente desde Ajustes (añadir cuenta, gmail).
El de Gcalendar, aquí va.
Y el de los contactos... Estoy en ello.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Deporte y filosofía

Aunque no sea de largo alcance. O tal vez sí. Este mes me he sacado dos de ese invento pro-crisis que es el Círculo de Lectores para los adictos a esta activiad. Uno de ellos es la última de Huraki Murakami, "De qué hablo cuando hablo de correr". Me he fulminado cien páginas en cuatro días, leyendo sólo antes de dormir, y no he podido esperar a acabarlo para comentar algo.
Confieso que me he sentido idenficado con el autor desde la primera página, pues su narrativa está más en la línea de un diario / memorias, en primera persona, con experiencias propias y que a menudo se perciben como íntimas. Y sobre todo porque ya en los primeros vistazos te das cuenta de que este tío es un deportista existencial, como yo. Y como algunos de mis amigos que con un poco de suerte (suerte para mí) leerán esto.
Desde luego, el no-deportista, o quizá también el deportista de competición (o, mejor dicho, el competitivo en exceso) entenderá con dificultad el asunto, o como mínimo observará lo que nos cuenta Murakami con cierto escepticismo, a veces, o como el que se entretiene viendo cómo unos obreros realizan las maniobras propias de su oficio en un predio en construcción.
He encontrado este comentario más largo, por si a alguien le apetece saber más de lo que hay en el libro.