
"Esto es muy fuerte. No estamos preparados para esto", dice Mario.
Bueno, quizá sí. Para ser campeones sólo hay que ser los mejores. En el caso del fútbol, también hay que contar con algo de suerte, superar obstáculos como, por ejemplo, el árbitro, o jugar al fútbol contra luchadores de kick-boxing, como en el caso de Holanda, otrora equipazo que hacía las cosas bien; o al menos le daba las patadas al balón.
En el caso de Paraguay, por lo menos jugaron a defenderse; y de nuevo chocamos también contra un arbitraje de patio de colegio. "Profe, que eso no era penalti". "Vale, Jaimito, ahora te pito otro para ti pero, como lo han fallado, tengo que anulárselo a ellos".
Tras el combate con Holanda, donde parecíamos 11 jesucristos poniendo la otra mejilla, todo explotamos en una euforia alentada por un sentimiento de incredulidad, típica de aquellos a quienes le toca la lotería. Esta vez no por la suerte, sino por ser, junto con Alemania, el único equipo que ha jugado al fútbol como dice en los manuales de las escuelas deportivas.
La celebración, con abrazo colectivo, emocionado incluido tras levantar la copa, se acompañó de voces de ánimo y apoyo, ya casi afónicas, al beso del capitán a su novia; merecido y justo, que callaba la boca a los cantamañanas que se dedican a hablar de los demás y buscarse la vida como las putas, con todo mi respeto a esta antigua profesión.
Haciendo como que se nos había metido algo en el ojo, casualmente a todos a la vez, nos fuimos a la fuente. Qué barbaridad. Qué gentío, qué euforia. Impresionante. Y por supuesto, hubo baño.
¡Qué foto más guapa! Ahora, por la segunda estrellita (y el segundo baño)!!
ResponderEliminar