Pues ha sido una semana completita. La gran noticia es que (casi) ha dejado de llover, y que se ha podido disfrutar de unos días de descanso, de agua y de trabajo. Con Fabio unos ratos de rodríguez, analizando la compleja situación del ocio nocturno. Con Alberto, unos motazos por Portugal y una ventresca de atún a brás que es imposible que exista alguna mejor. Con la familia, unos días en la casa de la sierra, que se alquilaba a partir del jueves, pero que nos brindó un principio de semana con la acostumbrada tranquilidad, el frío, los paisajes y la chimenea, funcionando a pleno pulmón. Me dio por salir a caminar después de comer, para que las piernas no se me acostumbraran al reposo, y el camino de Sevilla, que lleva de Calabazares a Almonaster, mostraba unos paisajes serranos de los que deben aparecer en los diccionarios cuando su busca el significado de bucólico. De jueves a sábado, los suegros han tenido a bien quedarse con las niñas por las noches, con lo que Marta y yo nos hemos relajado a base de cervezas, tapas, cines, horas de sueño y veladas en soledad, que faltica nos hacían. El domingo, o sea hoy, Antonio ha demostrado que se está entrenando para superar el reto del Maratón de Valverde. Y la siesta tras las papas fritas con huevo y chorizo, me ha dejado una placentera resaca que no experimentaba desde el verano pasado. Fin.









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