domingo, 10 de julio de 2011

37 Festival Flamenco de Moguer

Magnífico rato de flamenco, sobre el escenario, completo en todos los sentidos. Y entre el respetable, el ambientazo de siempre: neveras y abuelos en silla de ruedas mezclados con chavales de anchas patillas y chavalas de tiros largos. Gitanos sonrientes con dentadura anti-ortodoncia y moguereños/as saludándose entre sí, recien llegados de Mazagón.
Abrió el cartel josé María de Lepe, con su habitual torrente de música, no muy perfecto, no muy claro, pero eficacísimo.
Después Juan "Tragachinas", aficionado con sabiduría popular de la Peña de Moguer. Por palos livianas, luego soleá y tientos-tangos. Perfecta ejecución y conocimiento, palmeras prescindibles.
Siguió la espectacular pareja de la noche, Guillermo Cano con Niño de Pura. Guillermo..., puf, atención a este chico, porque ya de promesa va a pasar en breve a mito del cante. Tremenda voz, casi rota, con un registro amplísimo, que puso en un compromiso a la mala instalación de sonido. No tuve más remedio que interrumpirle una conversación a la salida, para darle la enhorabuena y la mano. Agradeció el gesto de forma sincera y sonriendo, orgulloso. Niño de Pura... Sublime. Perfecto. Cada vez que lo oigo, y ya va a hacer... ¿10 años? de la primera vez, siempre termino pensando lo mismo: está en la cumbre, en su mejor momento. Pero nada, se vuelve a superar. Nitidez, perfección, técnica máxima... En mi opinón, entre las cinco o seis mejores guitarras flamencas del mundo, en términos absolutos; quiero decir, considerando diferentes estilos y formas de intepretación.
Después Argentina, con un excesivo y ruidoso cuadro, cuya presencia y formas no entiendo en un Festival así. Una faena intervenir después de Cano y Niño de Pura, inmejorables y flamenquísimos; una pareja de compenetración perfecta. Con Argentina, como siempre, transmitiendo poquísimo, sólo en sus escasos momentos de entrega, desaprovechando sus magníficas cualidades, y sólo cuando el ruido ensordecidor del cuadro se retiraba para dejar pasar una seguiriya en condiciones. O al final un par de fandangos... que desgraciadamente nadie le pidió porque ya habíamos desconectado hacía rato. Guillermo Cano hizo diez letras fandangueras, a cual mejor, con y sin compás, por Huelva o naturales... Y siempre el público esperaba uno más.
Y llegó Pitingo. Y se metió, personalísimo, al público, sabio del flamenco, en el bolsillo. Con su personalidad y su forma, la suya, de cantar y de interpretar. Con la inestimable ayuda del gran Juan Carmona, Habichuela hijo, y nieto en el cajón (tan canijo como flamenco). Tremenda conexión con el público del de Ayamonte, aunque hizo que algunos salieran de la caseta porfiando de sus maneras. Normal, dadas sus formas, tan nuevas, tan originales y especiales. Pero flamencas, también. Se bajó del escenario, cantó entre el público y el gitano de la sonrisa anti-ortodóncica, se pegó con él una pataíta que rezumaba noche de juerga, a las 3:30hs que eran ya. Maravilloso, y nuevo. Pero como siempre, y como tiene que ser un festival.
No pude ver a María Canea, porque los deberes familiares acuciarían al día siguiente, demasiado. Me informaré.

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