Bueno, tampoco está mal para hacer piernas, rodar escuchando los auriculares.
He pasado por sitios que hacía 10 ó 12 años que no pisaba, y vuelvo con la sensación del impacto que destruye los recuerdos bonitos. Donde antes había pequeños huertos, hoy hay fincas enormes de producción industrial de cosas que parecen lo que no son (naranjas, fresas o similares). Donde antes había pinares antiguos, donde el sol tenía problemas para darte encima, hoy encontramos extensiones desiertas de naturaleza muerta, con el paisaje transformado en suelo. Donde olía a jara húmeda por la mañana, los fitosanitarios monopolizan el repertorio oloroso, obligándote a pensar en otra cosa, porque respirar tienes que respirar. Los carriles romeros son ya cintas de asfalto, calles anchas entre barracones de gente de diversos colores, que se busca la vida en las fábricas de sucedáneos de frutas.
De nuevo, las leyes se hacen para romperlas. Queridísimos agentes ambientales: hagan valer su autoridad y desempeñen su trabajo, a pesar de que sus jefes o los jefes de sus jefes pretendan escurrir el bulto. Esta barbaridad hay que pararla como sea.
El postre, viendo Huelva en la distancia, con magnífico hongo de contaminación encima, y pasando por el polo industrial, anima las ganas de irse de aquí, a vivir a otro sitio. Porca miseria.
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