sábado, 7 de agosto de 2010

Strathpeffer, día 1

Desde nuestra ventana. Puro estrés.

Ya estamos en Strathpheld, o como se llame esto, cuyo nombre, como el resto de nombres en las Highlands, parece una lectura al azar de cualquier columna en la sopa de letras del periódico.
Se trata de una casa victoriana, como todo este pueblo, que al parecer nació a mediados del siglo XIX, con el descubrimiento de las propiedades medicinales de unas aguas de por aquí. Esto atrajo a las clases altas de las poblaciones de alrededor, que venían a hacer lo que hoy llamamos turismo de salud, y que o bien se mudaron, o bien se construyeron una segunda vivienda. Con la presión turística, las enormes casas victorianes fueron transformándose en casas de huéspedes, hasta llegar a los B&B contemporáneos.
La casa es preciosa, pero no está todo lo conservada que parecía en su web. Parece que fue un estudio de un fotógrafo en su origen. Los techos abuhardillados de la planta de arriba me hacen caminar siempre agachado, aunque cuando tomo consciencia de ello me pongo derecho sin topar con el techo.
Se retrasó el que nos tenía que recoger en Edimburgo para alquilarnos el coche, pero la profesionalidad de la empresa y el coche (un Kia Ceed familiar, en lugar de un “tipo focus”, como hablamos), han compensado con creces el retraso; y la incomodidad de estar la limpiadora y la houskeeper esperando que nos fuéramos para meterle mano al apartamento. Dont guorri. Pues vale.
La adaptación a la conducción al revés la he llevado bien, además con coche automático, y el viaje ha sido espectacular. La A9 hacia el norte descubre unos paisajes increíbles. La magnitud de la orografía de las Highlands, lo frondoso de lo bosques, los verdes de Árboles y plantas… Una verdadera maravilla. Hemos hecho un picnic en un parque de un pueblo cuyo nombre no recuerdo, pero con pinta de ser como todos los de aquí. Más que tranquilo, fantasma. Vejetes arriba y abajo, con caminar lentísimo, sonrisa franca y charlar del tiempo. Que por otra parte, a pesar de estar entre los 15 y los 20 grados durante el día, no deja de ser fresquete cuando se mueve el aire, se tapa el sol o caen unas gotas. En una parada en la puerta de un Parque Nacional, para el café de rigor y las pruebas de gorras de lana autóctona (todas pequeñas para mi cabeza, como no podía ser de otra manera), Carmen ha pegado un porrazo y se ha raspado las manos y la rodilla izquierda. Un poco de llanto y teatro, lametones del padre y listo. Pa’lante.
Asombro tras asombro, en Strathpeffer nos muestran todas las cocinas cerradas, como máximo, a las 2030hs., que viene a ser como media noche, absurdo que a nadie se le ocurra comer nada. De nuevo hemos tirado de supermercado. Vamos a replantearnos la estrategia alimentaria y de hábitos, porque seguimos funcionando en formato ibérico y, si bien Edimburgo puede, aquí no. Fijo. Ni hay restaurantes (sólo uno como tal), ni costumbre de comer a horas tan intempestivas como las 22hs; ni desayunar a las 10hs, por supuesto, tampoco.

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